sábado, 16 de marzo de 2013

Inteligencia animal

Hace ochocientos mil años vivía en África austral un pueblo de monos, en cuyo seno nacía, a veces, un tipo raro: tenía manos de habilidad desconocida para sus congéneres, manos con las que, a la vista estupefacta de sus compañeros fabricaba un bastón o reanimaba en el bosque un fuego presto a extinguirse.

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Sus manos tenían un "don". Pero desgraciadamente éstas manos tenían un precio. Por demasiado delicadas, se resistían a caminar. Aquel simio solo podía desplazarse con sus miembros inferiores. Trepaba por los árboles, por supuesto, como todo el mundo, para no aislarse de su comunidad. Pero, ¡con qué poca destreza!, ¡con qué lentitud!

-Tiene algo, reconociendo de buen grado sus compañeros.
-Pero es un imbécil y un pesado.

Alguna vez, incluso nacía en esta comunidad un tipo totalmente aberrado, con dos manos finas y dos pies. Ni siquiera podía trepar y su garganta se resistía a gritar. Estúpido y contrahecho, sin entender nada de la gritería y el lenguaje de su tribu, pasaba el tiempo entre sueños oscuros llenos de música, de imágenes maravillosas, esperando la piedad de sus hermanos de algún alimento.

Era un idiota completo; era un HOMBRE.


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