miércoles, 8 de mayo de 2013

El cuerno de la desgracia

Un ruido desconocido la puso alerta. Como todos los rinocerontes apenas veía nada, pero contaba con un sentido del oído extraordinario. Sus orejas dirigibles barrieron la sabana en busca de aquel extraño zumbido que crecía rápidamente en intensidad.

Su pequeño cerebro procesaba con dificultades la información que recogían sus sentidos. El ruido venía de arriba; alguna extraña criatura se acercaba a ella y a su hijo de pocos días de edad a gran velocidad. Su instinto fue más rápido que su cerebro. Sin esperar a que supiera qué es lo que se acercaba, la poderosa hembra de rinoceronte emprendió una alocada huida. La cría intentó seguirla, pero sus pequeñas patas no podían competir con las de su madre. Poco a poco, madre e hijo se fueron distanciando mientras el ruido del cielo se hacía más fuerte.

Cuando la madre cayó en la cuenta de que su hijo no la seguía, paró en seco. El ruido del cielo estaba directamente sobre ella mientras una tempestad de viento azotaba repentinamente la sabana. Angustiada, la hembra giraba a izquierda y derecha intentando captar el olor de su pequeño. Entonces, mientras el estruendo se fijaba sobre su cabeza, sintió un pinchazo punzante en sus cuartos traseros. El mundo se hizo oscuro y el sonido se fue amortiguando. Solo quedaba el viento; aquel extraño y repentino viento...

Cuando la hembra de rinoceronte despertó, tenía la frente abierta y sangraba abundantemente. Allí donde despuntaran sus dos poderosos cuernos se abría ahora una brecha por la que se veía el hueso del cráneo.
Aturdida, entre espantosos dolores, la hembra buscó a su cría, sin éxito. No sabía qué le había pasado ni entendía la causa de su debilidad y dolor. No podía sospechar que unos furtivos bien organizados le habían disparado un anestésico desde un helicóptero para luego quitarle los cuernos con una sierra mecánica una vez dormida.

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El tráfico de cuernos de rinoceronte se ha vuelto a incrementar después de unos años en los que los conservacionistas creían ganada la guerra contra los furtivos. Solo en Sudáfrica murieron más de 400 pasado año 2011. La razón es muy sencilla. El cuerno de rinoceronte se valora en el mercado de la medicina tradicional asiática más caro que el oro. Por un gramo se pueden pagar hasta 100 euros, superando incluso el precio de la cocaína. Es fácil imaginar que el foco de las mafias locales de aquellos lugares donde hay rinocerontes se ha centrado en los preciados cuernos que ahora se roban hasta en zoológicos y museos de todo el mundo.

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La fuente del problema radica en la creencia de que estos cuernos contienen poderes curativos e incluso mágicos. Ya desde el Medievo europeo se creía en los poderes del cuerno del unicornio; cuerno que, en la mayoría de las veces, procedía de los rinocerontes. Se decía que era capaz de neutralizar cualquier veneno y que rallado y bebido potenciaba la virilidad y el deseo sexual. Hoy en muchos países asiáticos, especialmente en China y Vietnam, se vende el cuerno como remedio infalible contra la impotencia, las enfermedades de la sangre, los problemas digestivos y, últimamente, como el más poderoso anticancerígeno. Todo porque un alto funcionario de Vietnam dijo haberse recuperado de un cáncer ingiriendo cuerno de rinoceronte.

[Fernándo González Sitges]

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